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El peso de nuestra alma

VERDAD O MITO
Un médico indico que una vez colocó a unos pacientes moribundos en una pesa para medir el peso del alma humana cuando estos fallecieran. El descubrió que el alma pesaba 21 gramos.

Los que se creen que el cuerpo se vuelve más ligero -en el momento de nuestra muerte- este echo nos hace pensar que el alma tiene un peso, peso que necesariamente tiene que salir de nuestro cuerpo cuando muriese, y - con estricta veracidad- ha habido discusiones de esta naturaleza donde se ha afirmado que, en el mismo momento de su fallecimiento, se han colocado personas en unas delicadas pesas que han registrado su degravitacion mortuoria. Pero estas personas nunca han sido capaces de especificar en qué laboratorio macabro tuvo lugar esto, o qué casa privada y muy bien equipada ocurrió, o los nombres y direcciones de los familiares que de manera encomiable colocan la curiosidad científica y religiosa antes que la preocupación sentimental por la comodidad del paciente moribundo.

EL GRAN EXPERIMENTO 

El Dr. MacDougall, trato de determinar si las funciones psíquicas continúaban existiendo como una individualidad o personalidad separada después de la muerte del cerebro y el cuerpo, construyó una cama especial en su oficina con una pesa muy sensible a dos décimas de una onza. Instaló en una cama una sucesión de seis pacientes en las etapas finales de una enfermedad terminal (cuatro de tuberculosis, uno de diabetes, y uno de causas no especificadas); los observó antes, durante y después del proceso de la sus muertes y calculo los cambios correspondientes en peso. despues trato de  eliminar todas las explicaciones fisiológicas posible de los resultados observados como podía concebir.

Según MacDougall, la comodidad del paciente fue atendida en todos los sentidos, a pesar de que estaba prácticamente moribundo cuando se le colocó en la cama. Perdió peso lentamente, a razón de una onza por hora debido a la evaporación de la humedad de la respiración y la evaporación del sudor. Al cabo de tres horas y cuarenta minutos expiró y de repente, coincidente con la muerte, el extremo de la viga cayó con un golpe audible contra la barra limitante inferior y permaneció allí. La pérdida se comprobó en tres cuartas partes de onza.

MacDougall repitió su experimento con quince perros y observó que "los resultados no fueron 
los esperados y a la ves uniformemente negativos y que no hay pérdida de peso a la muerte." Este resultado aparentemente corroboró la hipótesis de MacDougall de que la pérdida de peso registrado cuando expiraron los seres humanos se debió a la salida del alma del cuerpo, ya que (de acuerdo con su doctrina religiosa) los animales no tienen alma. (La explicación de MacDougall de que "las pruebas ideales en perros se obtendrían en aquellos que mueren de alguna enfermedad incurable, agotadora e incapaces de luchar", pero la declaración "no tuve suerte en conseguir perros que mueran de esa enfermedad" lo que llevó la autora Mary Roach a observar que "salvo un brote local de moquillo, uno se ve obligado a conjeturar que el buen doctor envenenó con calma a quince caninos sanos por culpa de su poco conocimiento en la teología biológica.

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